1022 LA CIEGA DEL MANZANARES.
su lado una hermana más joven que ella, y cuan-
do creía estar sobre su pista y estrecharla entre
sus brazos, se la recluía inhumanamente por dos ó
tres años.
La condesa y su sobrino se dirigieron una mira
da significativa; los dos recordaron al mismo tiem-
po la historia de Isabel.
Era imposible que el doctor se refiriese. 4 otra,
á no ser casi inverosímil la coincidencia.
El conde, aun cuando ignoraba parte de lo que
la enferma y su sobrino sabían, estaba preocu-
_pado.. ña
En aquel momento acudió á su memoria el re-
cuerdo de aquella joven á quien había mandado
prender, despreciando el enterarse de sus antece-
dentes, nada más que por considerarla como una
aventurera. Ni e
Don Félix prosiguió, fingiendo no hacerse cargo
de la situación en que estaban los tres personajes
que componían su auditorio: |
—El dolor de la infeliz sentenciada era extremo,
porque la niña á quien forzosamente abandonaba,
á quien servía de providencia, no podía valerse
por sí misma: estaba ciega... |
- —¡Ciega!—exclamó la enferma sin poder dps
i nar su emoción, en tanto que Luis repetía aquella
Ra :
e raiegale dio. también. el conde, recordando