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En nada de esto pensó Narváez, y sólo deseaba .
con impaciencia que llegase el momento de tra-
bar el combate, y de una vez jugar el todo por el
todo.
Las tropas de Seoane, llenas de confianza en su
número, y seguras de derrotar á las de Narváez,
desde Alcalá avanzaban por la carretera sin adop-
tar precauciones de ningún género.
Tanto es así, que se extendían en filas abiertas
á lo largo del camino, llevando las armas á discre-
ción. j |
«Seoane había dividido su caballería y artillería
en tres partes para que acompañasen á la vanguar-
pa dia, centro y reserva. ¿
S En estas circunstancias se encontraron ambos %
ejércitos.
Narváez manda que su artillería, colocada de
- modo que enfila con sus tiros la carretera, rompa
el fuego. |
La voz del cañón atruena el espacio.
Las tropas de Seone hacen alto, pero cometen
la imprudencia de no > salir de las cunetas de la ca-
rretera.
Su artillería contesta á la de Narváez; mas sus
disparos no son nada certeros.
Narváéz comprende que su única salvación es-
-— táenla torpeza del enemigo, y que si á su reta- Ad
guardia retumba el cañón, está perdido.
SA pérdida de tiempo manda cargar á su Ca-
ballería, que lo hace con extraordinario ímpetu.
LA CIEGA DEL MANZANARES.