LA CIEGA DEL MANZANARES. . 1179
tranza y fundición de artillería, y en ella encon-.
traron cañones de sobra para artillar sus fortifica-
ciones y gran número de proyectiles.
Siguiendo la conducta de Barcelona, Espartero
les intimó la rendición , amenazándoles con el
bombardeo. |
No por esto se amedrentan los sublevados, y
contestan con desprecio á las amenazas del Re-
vente.
El estampido del cañón no cesa de oirse un ins-
tante. j
De las entrañas de aquellos monstruos de bron-
ce sale la muerte y la destrucción. |
Impávidos contemplan los sevillanos cómo se
derrumban sus casas, y contestan al fuego con el
fuego.
Llega la noche, y el Duque ordena que se tome
al asalto la capital andaluza.
La plaza no tiene murallas; pero le sobran pe:
chos animosos que la defiendan. |
La columna de asalto se aproxima al barrio de
Triana, decidida á apoderarse de las barricadas
visa defienden sus calles. | |
- Con mucho silencio, y favorecida por la obscu-
ridad de la noche, se aproxima á ellas.
Ya están cerca.
La voz de los jefes se ) oye mandar á sus trop as, a a :
que al paso ligero y con la bayoneta calada avan= '
cen sobre la población.
Suena una descarga.