Full text: Tomo 2 (002)

    
  
  
e 
LA CIEGA DEL MANZANARES 1183 
libertad, si es vencido, pues entonces se le conde- 
na á vivir encerrado entre criminales, y hasta sue- 
le Hamársele traidor y otros calificativos que, en 
realidad, debieran aplicárseles los mismos que se 
les lanzan. 
Los oficiales ingleses del Malabar recibieron á 
los emigrados con todo género de consideraciones. 
Una vez instalado en el camarote que le desti- 
_naron, el Duque mandó llamar 4 Rivera. 
- Luis se presentó al que nego respetando como 
á su jefe. | 
Espartero, haciéndole sentar á su lado, le dijo: 
—Mi poder ha caído con la misma facilidad con 
que se derriba un castillo de naipes bajo el golpe 
de la mano de un niño. 
-—Mi general, para mí sigue sosteniéndose tan 
firme como” antes—le interrumpió Rivera. : 
—Gracias—agregó el Duque, tendiéndole una 
mano, que Luis estrechó con efusión, añadiendo: 
—No se trata de eso; por lo demás, yo estimo 
en lo que vale su afecto de usted. E 
La política es loca, y creo que no he de tardar. | 
en volver al Poder. ; A a 
No soy egoísta, y 10 asno que por mí se sacri- E 
fiquen los demás. ] 
Usted en Madrid tiene locnds a que le son muy e 
queridas, y que sé le aguardan con verdadera i ino- 
paciencia. : 
-— Es cierto, mi general. 
  
  
  
     
     
	        
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