LA CIEGA DEL MANZANARES, 1195
—¿Y eso?
—Ya sabe vuecencia que enla capitulación
acordada con don Evaristo San Miguel se compro-
metían los vencedores á no perseguir á.los libera-
les; pues bien, lejos de cumplir esa promesa, la
policía está efectuando. prisiones á más y mejor.
“A unos les llevan al Gobierno civil; mas de la
mayoría de los detenidos se encarga el nuevo Ca-
pitán general,
—¿Lo has visto tú?
—$í, señor: cuando pasaba por la Carrera de
San: Jerónimo, he visto 4 dos caballeros que les
llevaban detenidos. | BT
A uno de ellos le conozco de nn y sé que es
liberal. |
Además, he oído decir he los curiosos: «¡Son es-
parteristas! » | |
Después me he acercado á la Capitanía cometal i
y allí he sabido lo que acabo de referirle.
—Está bien, —repuso el conde, suspirando ¡con
tristeza. NE
—Vuecencia me praditd que le aconseje que
cuanto antes se ponga en salvo, pues es casi segu-
ro que traten de apoderarse de su persona.
El conde comprendió lo acertado del consejo; | x
era lógico que los vencedores, puestos en el cami-.
no de los atropellos, no le respetasen: se había dis- Da
tinguido por su afecto y servicios prestados al Re-
gente, y, por lo tanto, estaba más indicado que: qa
mnenoR para ser molestado.