Full text: Tomo 2 (002)

A 
  
e 
a LA CIEGA DEL MANZANARES. — 1209 
—No está en casa. 
—¡Que no!—repuso el ayuda de cámara con 
asombro. ) 
—No, señor. 
—¿Estará la señora condesa? 
—$Í, señor. 
—Pásela usted recado. ] 
Mauricio, que estaba cansado, se dispuso á es- 
perar, sentándose en el banco del portero. 
—En el mundo hay que andar más listo que una. 
ardilla, y procurar que no nos ganen por la mano, 
—pensaba. 
¡Diantre con el ministerio López. No se descuida 
en poner á la sombra á todos los que pueden estor- 
barle. | 
Y eso que prometía mucho respeto, mucha liber- | 
tad, y todas esas zarandajas con que nos engañan | 
nuestros políticos cuando necesitan que les apoyen. 
En cambio, se olvidó añadir que iba á darnos e 
mucho palo. e 
Estoy seguro que esto, por no haberlo ofrécido, ! 
lo cumple al pie de la letra. A AS 
Aquí llegaba Mauricio en sus reflexiones, cuan- 
do le avisaron que la señora le esperaba. | 
El ayuda de cámara se dirigió al gabinete del 
condesa; al entrar hizo una profunda. reverencia. De 
—¿Qué se te ofrece? 
—+Señora, su excelenciá me ind: que tan os 
pronto como supiese algo, viniera á darle. aviso... 
—¡Ah, sí! | | 
TOMO HL. A a a 152 
 
	        
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