TS LA CIEGA DEL MANZANARES,
—Yo siento que mis palabras sean tan poco
agradables; mas el cariño y la incondicional adhe-
sión que profeso á ustedes me obliga á hablar de
esta manera, !
—Gracias, Mauricio; ¿mas qué debo hacer?—
añadió la condesa, lanzando un suspiro de an-
gustia. ]
Aquí el ayuda de cámara sintió satisfecho su
amor propio, pues ya sabe el lector que una de sus
glorias era poder dar consejos á las personas supe-
riores á él, y añadió: j
-——Lo más acertado, ya he tenido el honor de de-
. cir á vuecencia que es esperar.
-— —¡Oh, no! En esta parte, sentiría rei el
- viaje. ,
Deseo cuanto antes hpldirino al 1 ado de mi es:
posbra Je | |
Cada hora que transcurre lejos de su lado, me
parece un siglo. | 7 |
Temo estar separada de él en los momentos en
- que más me necesite. |
—$Señora, entonces no sé qué aconsejarla; mas
7 de todos modos, bueno es evitar que sepan que el
- señor conde ha salido de Madrid.
La policía anda averiguando cul es el paradero
_de los personajes que formaron parte de los gabine-
tes de la anterior situación, y aunque no pS pren-
da á todos, el Gobierno, que no está tranquilo,
quiere saber. dónde se encuentran, $rando menos,
; pios vigilarles de Cerca...