136 LA CIEGA DEL MANZANARES.
ria que en vuestro poder el cuadro ha de sumar á
sus laureles. Caballero, no le vendo á usted el
cuadro; pero pertenece 4 usted, pues cumplo con
mi deber regalándoselo.
El señor de Silva, conmovido ante la generosi-
dad y el entusiasmo de aquel joven por el arte que
él adoraba, se levantó de su asiento, abrazó á lin-
rique, y le dijo:
—¡Gracias, joven, mil gracias! Soy hombre que
no olvido los favores, y acepto desde luego el |
obsequio; pero antes de que usted salga de esta
“casa, es necesario que me escuche lo que voy á
decirle, y que me prometa obedecerme.
—S$Si mi dignidad me lo permite;—contestó En-
rique, comprendiendo que se trataba de pagarle el
cuadro. |
—i¡No ha de permitírselo! Atiéndame: Usted me
ha regalado el cuadro, y yo lo acepto y no se lo
pago; pero ambicioso yo para recibir favores, voy
- á suplicarle me dispense otro en la esperanza de
que seré complacido. |
-—Si está en mi mano hacerlo...
-—En su mano está. Hace un mes, mi secretario
particular ha salido para nuestras posesiones de las
Antillas con un empleo. Con este motivo, yo mismo
tengo que despachar mi correspondencia, ajustar
mis cuentas y estudiar y resolver mis negocios. Es-
ta es una tarea pesadísima para mis años, y aquí.
viene el favor que quiero obtener de usted; rele-
An varme de esos trabajos: sea usted mi secretario. a