Full text: Tomo 2 (002)

          
   
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
    
  
  
      
LA CIEGA DEL MANZANARES. 141 
La formalidad de mi carácter, la rectitud de mi 
conciencia, mi honradez indiscutible y la pasión 
misma que por ella siento, ¿no son una garantía 
para mi conducta en esta ocasión? 
¡Ah! No debo vacilar. Elena, mi amada Elena 
tiene derecho á conocer la primera todos mis 
actos. 
Corro á darla cuenta de estas desgracias que han 
caído sobre nosotros, y seguramente en ella encon- 
traré el valor, la fuerza y el aliento que necesito 
para cumplir mi misión respecto de esa desgra- 
ciada niña. 
Decidido Lorenzo á poner en práctica su pensa- 
| miento, salió de Palacio para encaminarse á la casa 
E de su amada. $ 
| La Plaza de Oriente presentaba imponente as- 
pecto. | 
La noticia de la muerte de Landaburu había co- 
rrido con velocidad pasmosa por todo Madrid, y el 
pueblo por un lado, la Milicia nacional y las tro- 
pas constitucionales por otro, habíanse apresurado 
| á coger las armas para vengar aquel asesinato. 
| : -+ Los guardias, atrincherados en Palacio, espera- 
Él ban el ataque, dispuestos á defenderse, protegiendo 
' así la huída de los demás destacamentos de la guar- 
a dia, que estaba convenida. dh 
| No sia gran tr abajo logró Lorenzo abrirse paso 
_ por entre aquel inmenso gentío, Ya al fin llegó á la 
casa de su prometida, | |
	        
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