Full text: Tomo 2 (002)

  
  
  
  
    
  
  
  
    
LA CIEGA DEL MANZANARES. 167 
agentes de esas dos naciones estén al frente de la 
conjura. 
El ministro de la Gobernación me ha encargado 
que busque la persona que tan buen servicio ha de 
prestar á la libertad, porque ¿élno la encuentra en- 
tre todo el personal que dispone. Del jefe político, 
no hay que decir que trabaja en este mismo senti- 
do; pero por su cuenta, aislado, pues no es cosa de 
que en manos de policías y de serviles se ponga 
nuestra causa. 
Yo he pensado desde el primer instante en ustod, 
conociendo sus valiosos méritos y sabiendo hasta 
qué extremo es capaz de sacrificarse por la liber- 
tad. ¿Me he equivocado? ¿Acaso rehusa usted la de- 
licada misión que voy 4 indicarle? 
—¿Cómo he de rehusar, si así me lo ordena mi 
deber, y cuando así me lo aconseja mi amor á la 
Constitución? | 
—No esperaba menos de usted —contestó el mi- 
nistro, estrechando la mano de Lorenzo.—Ahora, 
amigo mío, voy á entregar á usted las notas que 
mi compañero el de Gobernación me ha dado. Hs- 
túdielas usted, y á su buen juicio, á4 su penetración 
y á su celo queda confiado el éxito. Sólo una c08a 
le recomiendo: una prudencia exquisita. Tenga 
presente que en esta empresa va ] ugada, más que 
su vida, la de la libertad. 
Es la última batalla que libramos. Sevilla no 
nos es adicta. El triunfo de nuestros enemigos ha 
puesto á este pueblo de su parte, y si el peligro no 
 
	        
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