Full text: Tomo 2 (002)

  
        
  
  
   
    
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
    
    
  
  
   
     
LA CIEGA DEL MANZANARES, 175 
| conveniente desviarnos un poco de este sitio, por 
> si acaso alguien pudiera escucharnos. 
| —'Pienes razón;—contestó Lorenzo; y, seguido 
| de su acompañante, dieron una vuelta á la man- 
Zana. ES 
Poco tiempo después llegaban á la taberna del 
; Ecijano, y franqueando el dintel de aquella puer- 
- ta enorme, pero que crujía al moverse sobre sus 
goznes, entraban en el establecimiento. 
Nuestros personajes presenciaron el mismo cua- 
dro que ofrecía el noventa por ciento de las anti- 
guas tabernas. 
Media docena de mesas de pino, que, á falta de 
pintura, la grasa, el vino y el sudor de las manos 
han barnizado; bancos mugrientos á ambos lados 
de cada mesa, y alguno que otro taburete de ma- 
_dera en las cabeceras. Al frente, el mostrador pin- 
tado de colorado y con ribetes verdes, color en- 
tonces de moda, y alguna que otra figura dibujada 
por un pintor de brocha gorda en su principal 
testero. Sobre la plancha de hoja de lata, que el 
A > ) zinc no es cosa que estuviera al alcance de esta- 
| blecimientos como el del Ecijano, á pesar de las 
onzas que por amor á Fernando éste- ocultaba cuí- 
dadosamente en la bodega, formadas en hileras y 
por categoría están las cañas, los cortadillos, las 
copas para lo fuerte, y un cubeto con agua donde 
se enjuagaban los cacharros, más por costumbre 
que por aseo. | ) 
Detrás del mostrador, una graciosa muchacha de 
  
  
 
	        
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