Full text: Tomo 2 (002)

  
186 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
-— —Pues le felicito, porque en mi sentir es lo me- 
jor que podemos hacer: es necesario que adopte- 
mos una resolución; que nos pongamos á cubierto 
de adversarios temibles, y, además, que tenemos 
á nuestro lado, y para llamar la atención, dos 
ángeles. ¿Quién me asegura, y bien sabe Dios que 
esta es mi constante pesadilla, que un pretendien- 
te terco ó mal intencionado no pretenda vengarse 
de un desaire? ¿Comprenden ustedes lo que digo? 
—$Sí, mi querido amigo; —contestó el señor de 
Bueno. —Yo, por mi parte, y dada la confianza que 
entre nosotros media, como que constituímos una 
sola familia, he de decir á ustedes que no puedo 
continuar habitando la casa en que vivo. Y no pue- 
do, por dos razones: la primera, porque soy tan 
conocido en el barrio, que ya me extraña no ha- 
yan cometido un atropello, y no me explico cómo 
no me encuentro en la cárcel; y en segundo lugar, 
porque notadas nuestras relaciones con Lorenzo, 
ante la imposibilidad material de comunicación, 
yo no puedo sufragar los gastos que se me ori- 
ginan. | 
En su consecuencia, he pensado ir hoy mismo á 
buscar una posada y trasladar aquí los muebles 
de mi casa, si es que dispone usted de alguna ha- 
bitación donde amontonarlos. 
—Mi querido Bueno—contestó el padre de Ele- 
na,—otro es mi pensamiento, y creo que se mos- 
trarán ustedes conformes con él. 
Yo no puedo continuar viviendo aquí por idén- 
  
  
  
  
  
  
  
  
 
	        
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.