Full text: Tomo 2 (002)

  
  
  
  
LA CIEGA DEL MANZANARES. 253 
Entonces se convencieron de que los presenti- 
mientos de Juan estaban muy en camino de con- 
vertirse en hechos. ) 
Los realistas, deseosos de vengarse de sus adver- 
sarios políticos, y una vez embarcado el rey y las 
fuerzas que le custodiaban, se habían arrojado so- 
bre los que aún tenían que embarcarse, maltratán- 
doles duramente. , 
La sangre de más de un liberal había regado el 
muelle. | 
—Atrás, mi teniente—dijo J SN repar ten 
leña, y no ereo que podamos defendernos á puñe- 
tazos de esa turba. 
-—No puede ser, Juan. Necesito llegar á Cádiz al 
mismo tiempo que la corte. | 
—En ese caso, pruebe usted á andar; pero, 
créame, es muy sospechoso caminar hacia el em- 
barcadero con equipaje á cuestas. 
En aquel momento vió Lorenzo que le observa- 
ban con atención desde un grupo de gente del 
pueblo, y que le señalaban con el dedo. Luego vió 
á aquellos hombres dispersarse, yendo de grupo en 
grupo, como quien participa una noticia, y, por 
último, sintió un clamoreo inmenso, y vió una nu- 
be de rs mujeres y chiquillos: ne avanza- 
ban hacia él gritando: 
—¡Muera, muera; ese es el que. nos “vendió á los 
liberales; es el espía! ¡Muera, muera! 
—Estamos perdidos—exclamó Lorenzo.—-Me co" 
nocieron. ¿Qué hacemos, Juan? 
 
	        
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