Full text: Tomo 2 (002)

  
    
    
266 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
convenza iró contigo 4 Toledo, que en mi posición 
no debo perdonar medios para conseguir mi liber- 
tad y velar por los míos. 
—Perfectamente—replicó el Miliciano.—Ahora, 
mi teniente, espero órdenes para la marcha. E 
—Mañana mismo en la diligencia, Juan—añadió 
Lorenzo entregándole unas monedas de oro;—y 
saca los billetes hasta Madrid, á nombre... ¿á nom- 
bre de quién? 
—¡Toma!... del primero que sé me ocurra. 
—-Bueno; lo misma da. 
El Miliciano desapareció, y Lorenzo quedó en: 
tregado 4 profundas meditaciones. | 
No en vano había dicho el Miliciano que los pe- 
ligeros que habían de arrostrar eran grandísimos. 
Que así era, lo probaba el aspecto que ofrecían 
nuestras provincias. En Zaragoza, en Córdoba, en 
toda la Mancha, en Navarra, por todas partes las 
prisiones se contaban á millares, y á veces uníase 
á esto el suplicio y el escarnio de los valientes 
liberales. | 
A medida que Lorenzo reflexionaba respecto de 
su situación, más inclinado se mostraba á aceptar 
desde luego el plan del Miliciano. 
Aquella noche no pudo conciliar el sueño. 
A las seis de la mañana le despertó Juan, dicién- 
dole: ee | 
—Mi teniente, he sacado los billetes á nombre 
de Lorenzo García y de Juan Pérez. A las diez sa: 
limos para Madrid ó para donde Dios nos lleve; 
 
	        
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