Full text: Tomo 2 (002)

   
  
   
  
  
  
  
  
  
  
    
     
     
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—Creo, Juan, que por precaución debías darme 
otro nombre. Un paleto, al cual otro le llama te- 
niente, está expuesto á que le prendan, y no deseo 
que me encierren en otra cueva por el estilo de la 
del tío Camacho, que Dios confunda. 
— Amén. + 
—Si me pescaran de nuevo, no sería fácil que 
tus milagrosas pastillas dieran resultado. 
—Tiene usted razón, mi teniente. 
—¡Y dale! Mira, lo mejor es que me llames Lo- 
renzo á secas, y así estamos libres por ese lado de 
que nos cojan presos, que, como ves, ando recelo- 
so, por lo mismo que tú has dicho «que de los es- 
LA CIEGA DEL MANZANARES. 
  
  
  
carmentados nacen los avisados.» 
—Decía, Lorenzo, que, volviendo á mi tema, no 
debemos regresar ahora á Madrid. Alí las cárceles 
están bien dispuestas. Hay llaves y cerrojos al por 
mayor que no se abren muy fácilmente, y tam- 
bién guardias que no se compran por dos mil rea- 
les como á Roquecillo. De suerte que si en Madrid 
  
le atrapan.. 
.—Me es regio, Juan, ir á la Corte. 
—Pero figúrese usted que la policía anda allí 
husmeando liberales, y particularmente á los que 
regresan de Cádiz. 0 
—No es fácil que me conozcan. 
.—Al contrario; yo lo creo lo más natural del 
mundo. Esos perros están deseando vengar á su 
rey del cautiverio en que dicen lo tuvimos, y con- 
tra nosotros principalmente van sus persecuciones. 
  
 
	        
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