LA CIEGA DEL MANZANARES. 341
Elena, en tanto, sentía aproximarse el instante
en que iba á ser madre.
¡Y en qué situación! Cuando estaban en la ma-
yor de las miserias, cuando para envolver al hijo
que tuvieran no contaban más que con algunos
viejos trozos de lienzo.
Su naturaleza privilegiada le sostenía en medio
de tanto sufrimiento y de tanta escasez. De otro
modo, y en la situación en que se hallaba, induda-
blemente habría sucumbido. |
Llegó la hora del alumbramiento de Elena, y la
Joven tuvo una preciosa niña.
Entonces fué cuando llegó á su colmo el dolor
de aquel matrimonio. | i
¡Pobre niña y en que ocasión venía al mundo!
—¿Qué va á ser de tí, desgraciada: criatura?—
decía Lorenzo contemplándola con los ojos arrasa-
dos en lágrimas. —¡Qué porvenir tan triste te es-
- pera! ¡Morir de hambre! |
Y á este pensamiento sentía un estremecimiento
en todo su ser, y toda la sangre, subiendo á su
garganta, parecía ahogarle, , E
Hubo necesidad de hacer la última venta, y la
mesa y las scis sillas fueron á parar á poder de un
prendero. 7 A
Con aquel dinero se atendió á la infeliz madre,
Cuyo estado ofrecía cuidado al médico de la Bene-
ficencia que le asistía, y se pudo cristianar á la
tierna criaturita, á la cual se la puso por nombre
E uisabels.. A E me