356 LA CIEGA DEL MANZANARES.
—Ahora hablemos de usted: ha sido franca y leal
conmigo, y yo pienso serlo á mi vez.
—Con usted y con todos, señora condesa—Ccon:
testó.—Yo no medraré nunca por la mentira y el
disimulo.
—Lo sé, y me congratulo de saberlo: he dicho
antes de que usted hablase, que yo podía - hacer
algo en este asunto, pero que ni negaba, ni pro-
metía nada.
—También yo dije antes de comenzar, que con-
“sideraba rotas mis relaciones con su sobrino. ...
--—¡De ningún modo!
—Que á quien no había tenido un pensamiento
indigno de lucro y un cálculo interesado, bien se
le podía permitir un poco de altivez.
—Sea usted todo lo altiva que quiera, Isabel;
esto no ha de ser obstáculo para que yo cumpla
con usted como debo cumplir. Desde dl autori-
zo sus relaciones con mi sobrino.
—¡Ah, señora!
—Pero no vea usted en esto una promesa.
—Yo no veo en ello más que su inagotable
bondad.
—Hablaré con mi esposo; pero la anuncio desde:
luego que el caso es difícil. La fatalidad ha hecho
que aquél tenga ya elegida una compañera para
Luis; no sé si usted lo sabría.
—Nada me ha dicho..:
—Lo comprendo; no ha querido afligir á mb
—A lo menos me ha hecho justicia, adivinando