Full text: Tomo 2 (002)

366: LA CIEGA DEL MANZANARES. 
Gozaba de buena salud, pero su semblante es- 
taba demacrado y tenía ese color enfermizo de las 
naturalezas débiles, efecto de una vida á que no' 
estaba acostumbrada, y de la pena continua qué 
maceraba su corazón por estar apartada de su Ca- 
riñosa hermana y en poder” de aquella infame bruja 
y de su brutal hijo. 
A no'ser por el afecto de Casimiro, tal vez hu- 
biera muerto ya. | 
Así es que al verla, todos la compadecían. 
En la calle no se escuchaban aquella tarde más 
que estas frases: | 
—¡Pobrecilla! ¡Temprano empieza 4 padecer! 
—;¡Y es guapa! Si no llevase esos jirones ni esa 
suciedad, daría gusto verla. 
-—¿Qué será de esa mujer? 
—Hija, acaso. 
—Más bien nieta; por la edad... 
Ni lo uno ni lo otro; no se parecen en nada. 
—Puede que al verla desamparada la haya re” 
cogido. 
—Esa mujer no tiene traza de idear Esos 
- buenas acciones. ¡de 
En tanto la Tuerta salmodiaba con voz gangosa 
y expresión humilde: : 
—:¡Una limosnita por Dios!... compadézganse de 
esta pobrecita ciega. 
—Tome usted, buena mujer. ¡Bien podía usted 
coserla de noche esos jirones, si es que no tiené 
otra saya! 
 
	        
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