Full text: Tomo 2 (002)

370 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
Ambas se dirigieron hacia la puerta de salida. 
Pero antes de llegar sonó la campanilla. 
- —Ñ—¡Doña Andrea!—exclamó la joven. — Tanto 
mejor... ¡nos ayudará! 
Y abrió la puerta decididamente sin detenerse á 
mirar por la ventanilla. 
No era la viuda. 
En el descanso de la escalera había dos hom- 
bres, cuyo aspecto no inspiraba la mayor con- 
fianza. | 
El uno, con gabán y sombrero de copa, llevaba 
en la mano un bastón con borlas. 
El otro, de traje más modesto, pero de peor ca- 
-tadura, se apoyaba en una especie de g a ote pin- 
tado de negro con puño de plomo. 
Sin esperar á ser interrogado preguntó el pri- 
mero: | i 
—¿La señorita Isabel? 
YO SOY, —dijo la joven sin darle tiempo á que 
pronunciase el apellido. 
-—Pues bien; dése usted presa. 
—¡Yo! 
La joven quedó aterrada; sin embargo, creía 
haber oído mal. | 
—¡Presal=excl amó Carolina, igualmente sor- 
prendida. 0 e 
—Sí, señora. 
—¿Por qué motivo? | 
—Lo ignoro: es una orden que he recibido hace 
poco. | 
 
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.