LA CIEGA DEL MANZANARES. - 385
mendiga...» «ciega...» «guitarra...» «Inspector...>»
«presa...» «carruaje...» .
Hé aquí todo lo que pudo oir.
Pero fué lo bastante para que sobre estas pala-
bras sueltas construyese una catástrofe.
La buena vieja hubiera hecho un gran nove-
lista.
Según ella, estando Isabel en el balcón oyendo
á una mendiga que cantaba, acompañada por su
hermana, un cols al había atropellado á una de
las dos, 6 á ambas, ó á la guitarra, y un inspector
se había llevado á la eárcel al cochero.
Como ven nuestros lectores, no podía imaginar-
se nada más distante de la verdad; pero doña G FU-
mersinda estaba satisfecha y se felicitaba por su
extraordinaria penetración. e
Á su juicio, y por más que la doliese la desgra-
cia, todo ello no valía la pena de sacar á la vecin:
- dad de sus casas y de sus casillas. | a
Todos los días relataba la a cosas por el
estilo. | | |
Era, sí, un abuso e los cocheros, que debía co-
rregir el ayuntamiento, levantando una horca en
cada parada de coches. | A
Siempre llevaban al galope los caballos, y la
prueba de ello era, que desde la Puerta del Sol
- á la Plaza de Toros, que estaba entonces tocando
con la Puerta de Alcalá, una carretela calesera
hacía el trayecto en tres cuartos de hora, escán-
dalo inaudito de velocidad. ¡ |
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