Full text: Tomo 2 (002)

  
  
  
  
  
    
LA CIEGA DEL MANZANARES. 431 
sejera. Reflexionemos con calma, y acertaremos 
mejor. Yo tengo por Isabel tanto interés como si 
se tratase de una hija mía. 
—Dice usted bien; reflexionemos con calma. 
¡Como si esto me fuera posible! 
Usted queda en Madrid y puede hacerlo deteni- 
damente; pero yo, antes de dos horas saldré de 
aquí llevando un infierno en mi alma. 
Ahora adivino el por qué del empeño de mi tío en 
alejarme de Madrid sin concederme tiempo para 
nada. 
¡Oh! ¿Pero qué puedo yo hacer en este Caso, 
cuando en esta trama es cómplice hasta el Regente 
del Reino? 
—¿Qué dice usted? —exclamó doña Adal con 
asombro? 
—La verdad, señora. 
Rivera refirió la escena ocurrida en el despacho 
del ministro, agregando: | 3 
—¡ Así y todo, han de acordarse de mí! 
Obedezco, porque no puedo hacer otra cosa; pero 
volveré, y ¡ay del que ofenda á Isabel! ] 
Ahora voy á buscar una persona de mi confianza 
que me sustituya y proteja á la amada de mi alma. 
Al pronunciar estas a se puso en pie, aña- 
diendo: | 
—No sé el tiempo que durará mi comisión; cuan- 
do usted vea á Isabel, dígala que no la olvido; que 
no crea que soy un miserable ee al verla en pe- 
ligro la abandono. 
    
  
  
  
  
  
  
  
     
	        
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