Full text: Tomo 2 (002)

       
  
  
LA CIEGA DEL MANZANARES. 443 
-No:hay quien dé menos importancia ni crea más 
frágil la virtud de la mujer, que aquellas que vi- 
ven en el vicio, por lo mismo que en nada la es- 
timan. 
—Pronto puedes salir de dudas, —repuso David. 
Todo se reduce á que me dé un paseo hasta la 
calle de la Madera y haga que la portera hable. 
Afortunadamente hay tiempo antes de la hora del 
teatro. i 
—No—repuso Georgina con viveza;—eso lo ha: 
ré yo con mayores probabilidadas de éxito que tú. 
Esperaré á mañana, y si por la tarde no ha ve: 
nido esa muchacha, me presentaré en su casa. 
—¿Y por qué no quieres que vaya yo? 
—Para evitar sospechas, pues á pesar de todas 
mis precauciones, estoy temiendo que algún deta- 
lle mal ejecutado me haya perdido. 
—Como quieras; mas en este asunto no puedes 
culparme de nada, —agregó el secretario con indi- 
ferencia. 
— Te dije que era cosa mía, —repuso Georgina 
con enojo. 
€IAAAAAA 
Momentos después, un criado les anunció que el 
carruaje estaba, enganchado. 
Georgina y David serenaron sus semblantes, pues 
iban á presentarse en público, y, por lo tanto, ha- 
bia llegado el momento de representar sus respec- 
tivos papeles de seres felices. | 
La señora y el secretario salieron de la estan” 
  
  
  
  
  
  
   
  
	        
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