CAPITULO XXXVI
Por ir de guardia.
En vano aguardó Georgina al día siguiente toda
la mañana á que Isabel se presentase en su casa.
Viendo que pasaban las horas sin que la jo-
ven acudiera, se aferró en la idea de que debía ha-
ber salido para París acompañando á su amante.
Cerca del obscurecer cambió su elegante traje
de casa por otro sencillo de calle, y con el cual, y
cuando la convenía, se presentaba ejerciendo la
caridad en casa de los pobres.
Aquel era para élla un verdadero disfraz que
la hacía aparecer lo que no era.
La buena de doña Andrea se hallaba en su cuar-
to sin poder desechar el dolor que el arresto de Isa-
bel causó en su alma, cuando sintió las vibraciones
de la campanilla. La pobre señora abrió la puerta,
sera de la presencia de Georgina..
-—Buenas tardes;—balbuceó la italiana con su
sonrisa habitual.