Full text: Tomo 2 (002)

  
  
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454 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
la humilde morada de una joven bordadora! Esto 
es grave, y cuando Georgina hace una cosa, es 
porque la tiene cuenta; sé lo que puede dar de sí, 
y lo muy prevenido que hay que vivir con élla. 
Por lo pronto hoy no he perdido el día, y puedo 
comunicar á mi amo una noticia que nos ha de 
servir de mucho. Veré lo que me dice el portero. 
Mauricio penetró resueltamente en el portal, y 
llamó con los nudillos en la ventanilla del cu- 
chitril. | 
El miliciano, que continuaba limpiando el fusil 
y sin habérsele disipado el mal humor, al oir el 
llamamiento, exclamó con enojo: 
—¡Quién vive! 
—Vamos, lo menos se cree que está de centinela 
en la Punta del Diamante;-—se dijo el ayuda de cá- 
mara sonriéndose, á la vez que respondía: —Señor 
Antonio, soy yo. | 
—Dispense usted, que, como estoy de tan mal 
temple, no le había conocido en la voz. Pase 
usted. | 
Mauricio abrió la portezuela del cuchitril, ex- 
clamando al ver la faena en que estaba ocupado 
su amigo: e 
—¡Pero qué es esto! ¿A estas horas está usted 
limpiando el fusil? ¿Ocurre algo grave? ¿Las cir- 
cunstancias exigen que la Milicia empuñe las ar- 
mas para defender la libertad? 
—Nada de eso; es que esta noche voy de guar- 
dia;—agregó el portero confidenciaimente.. 
  
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