Full text: Tomo 2 (002)

  
  
  
  
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46 LA CIEGA, DEL MANZANARES. 
calles de Dios cantando coplas? ¡Y luego, ese ata- 
vío tan derrotado, que en el Rastro no le querría, 
hadie, aunque le diesen dinero encima!.... 
Sin embargo, las señas que le había dado Isabel 
convenían con aquella muchacha. 
¡Como que era la misma! | 
Pues á pesar de todo, la buena vieja volvió la es- 
palda, separándose de la que iba buscando, de la 
que la hacía recorrer Madrid en todos sentidos. 
Otro día, hablando con sus vecinas sobre la in- 
eficacia de los medios empleados hasta entonces, las 
- decía: y ] 
POr qué no hacen ustedes una novena á Santa 
Rita de Casia? in a 
—¿Con qué objeto? —preguntó doña Andrea, ex- 
trañando aquellas palabras. E 
-— —La Santa es abogada de las cosas perdidas, y 
- no dudo que por ese medio parecería la pobre 
- Adela. | RS | 
- A lo que Isabel objetó muy oportunamente: - 
Pues si sabe dónde está, ¿por qué no hace de 
_ modo que la hallemos? Lo contrario, es ser una 
Santa egoísta é interesada. Poniendo las cosas al 
revés, yo haría un favor á Santa Rita, aunque es- 
| tuviese cierta de que iban á faltarme sus ora- 
ciones. de A | | 
Otras veces solía exclamar: 0 | 
En los pueblos, en las aldeas, están mucho 
Pe ¡ mejor que nosotras: allí, cuando se pierde una cosa, 
_ho hay mas que encargársela al pregonero. El hace 
  
  
  
  
 
	        
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