Full text: Tomo 2 (002)

  
    
LA CIEGA DEL MANZANARES. 479 
Don Félix se sonrió, y repuso: 
—Dices bien; ese hombre ejerce sobre tí un in- 
flujo grande. j 
—Quisiera volver á mi tierra, la Coruña; y allí, 
lejos del sitio donde he vivido mal, vivir trabajan- 
do honradamente. Mas no sé cómo me las arregla- 
ré para emprender un viaje tan largo. 
—No te apures—exclamó el doctor;—ya vere- 
mos el medio de que realices tus buenos propósi- 
tos. Lo principal es que seas buena; que obrando 
bien, no faltará quien te ayude. 
Doña Jacinta y el doctor, seguidos de Dolores, 
comenzaron á pasear por el patio. | 
Al pasar por delante de los grupos de presas, és- 
tas les saludaban respetuosamente. 
Por su parte, el médico y la directora siempre 
tenían en sus labios una palabra de consuelo para 
los que se acercaban á ellos. ca 
Al llegar junto á la puerta que desde el patio 
conducía á la enfermería, el doctor se detuvo, y 
dirigiéndose á doña Jacinta, exclamó: 
—¡Hasta luego! Voy á ver á mi enferma predi- 
lecta. 
Mas en aquel momento se oyeron desesperados 
gritos en el interior de la galería. :3 
Poco después apareció en el patio Isabel, sin 
más traje” que una bata medio rada, con 
el cabello en desorden, rojo el semblante y los ojos 
   
  
 
	        
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