LA CIEGA DEL MANZANARES. 483
—No está perdida.
Sé dónde vive y con quién —dijo el médico.
Vive en el barranco de Embajadores, y á la mu-
jer que va con ella la apellidan la Tuerta.
—¡La madre de León! —exclamó Dolores, que en
aquel momento se acercaba al grupo.
Está perdida irremisiblemente esa joven si con-
tinúa viviendo con ella,
Es una familia de infames, capaces de todo lo
malo, con tal que les reporte alguna ganancia.
Los conozco bien. |
El doctor dirigió su il á Dolores, indicán-
dola que callara, y después, dirigiéndose á Isabel,
agregó: |
-—Vuelve tranquila á la cama, que yo haré cuan-
to sea necesario, y no dudes que volverás á reco-
brar á tu pobre hermana.
_ Entonces Dolores, que por respeto al doctor y á
doña Jacinta habíase quedado algo separada al
principio de la escena, fijándose en Isabel con más
detención, exclamó con vehemencia:
—¡Es inocente! ¡Es inocente esta señorita!
¡Lo juraría por la salvación de mi alma!
-———Pronunció estas palabras en un tono tan vehe-
mente, que doña Jacinta se la s. mirando con
ad extrañeza.
—¡Oh, sí, lo juro! —repitió la gallega, A vol-
viéndose á la directora, agregó: