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«LA CIEGA DEL MANZANARES. 503
El cabo, después de colocar convenientemente á
sus/soldados para recibir á las presas, dirigiéndose
á la directora, profirió: |
—Con permiso de usted, voy á nombrar y hacer-
me Cargo de la presas que formarán la conducción,
y 4 identificar sus personas. |
—Cumpla usted con su deber.
Acto seguido, con voz clara y sonora, comenzó
| á leer los nombres de las incluídas en la lista.
Una por una fueron saliendo del grupo que for-
maban sus compañeras, después de despedirse de
ellas.
| El corazón de muchas infelices latía con violen-
h cia, temiendo verse incluídas en la fatal relación. -
| Al reunirse cuatro presas, el sargento, después
de entregárselas á una pareja, seguía leyendo:
—«¡Isabel Bueno!»-—exclamó al fin.
Entonces Dolores, enjugándose las lág rimas con
la punta del delantal, exclamó:
—Servidora;—y con. paso seguro se encaminó
adonde estaban los soldados. |
| Doña Jacinta, al ver aquella acción, contuvo en
su garganta una exclamación de asombro, y an
| un paso para detener á la gallega.
| Ésta, conociendo la intención de la directora, se
| arrojó sobre élla, echándola los brazos al cuello, y -
e dando salida á sus lágrimas, exclamó en voz baja:
| | —¡Por Dios, doña Jacinta, cállese usted! Es el
| único medio que tengo de pagar un servicio reci-
bido, y al mismo tiempo de librarme del crimen. E
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