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LA CIEGA DEL MANZANARES. 507
En el momento en que la silla de posta cruzaba
el puente internacional, Luis sacó el pliego BS su
cartera de viaje. |
Salvada la línea fronteriza, rasgó el sobre; ¿cuál
no sería su sorpresa cuando se encontró con dos
«pliegos, uno para él y otro dirigido al embajador
de España en París?
Pero no era esto lo que más llamaba su aten-
ción, sino la palabra «Reservado,» escrita con
gruesos caracteres.
—Primera sorpresa; —murmuró.
Veamos las instrucciones que se me dan.
Con avidez leyó el pliego dirigido á su nombre.
A medida que avanzaba en la lectura, su semblante
iba palideciendo.
—¿Qué es esto?—exelamó.
Aquí se me dice que paso de agregado militar á
la embajada española en París.
Por lo tanto, no es ninguna misión especial la
que se me -ha confiado; es sencillamente que se me
destierra de Españ».
Estrujando el pliego con ira, agregó:
—Les estorbo en Madrid, y no han encontrado
otro medio mejor que este para sacarme de la Corte,
pero les prometo que no han de salirse con la suya.
Al decir esto pensó mandar al postillón dl pas
rase el carruaje, mas se detuvo.
— ¡Siempre lo mismo! —murmuró con tristeza. —
La voz del deber impidiéndome realizar los impul-
sos de mi alma.