Full text: Tomo 2 (002)

  
   
LA CIEGA DEL MANZANARES. 531 
cipio desoyó mi petición; pero á fuerza de ruegos 
conseguí que hablase con el Regente, y, asóm- 
brense ustedes, me concedieron por junto un mes 
de licencia. 
—¡Gracias á su tío! —agregó el general. 
—¡Pues estoy contento de él! —repuso Rivera 
haciendo un gesto de disgusto. 
Desde que es ministro de la Gobernación se ha 
empeñado en gobernarlo todo. 
No hay día que no me suelte su 1 correspondiente 
sermoncito. 
Siempre está diciéndome que es necesario que 
cambie de vida. 
(Que como siga así va á tomar una providencia 
conmigo. ! 
—No le haga usted caso—dijo el general.— 
Cuéntenos usted el fin de la aventura. | 
—Tengo la boca seca, y si ustedes no me dan 
más vino, no puedo hablar. 
—Por eso no hay que apurarse—añadió el coro- 
nel, —mientras lo haya en la bodega. 
—Que no falte en la mesa;—interrumpió Rivera 
haciendo creer que el alcohol se apoderaba de su 
cerebro. | 
Tornó á apurarse otra botella, y el capitán, 
reanudando su interrumpida narración, añadió: 
—Llego á París, y en lugar de la villa que 
esperaba sostener, me veo precisado á dar paa 
cipio á otro sitio. 
Esta vez capituló la plaza en seguida. 
  
  
  
  
   
    
  
 
	        
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