LA CIEGA DEL' MANZANARES. o)
Estaba solo.
—Ahora me toca á mis=se dijo, y con «mucho
cuidado aplicó:el: oído 4:1a pared. |
Momentos después percibía el siguiente diálogo
sostenido por los dos conspiradores:-
—Hemos.sido demasiado suspicaces sospechando
de ese. muchacho; —decía el general. |
—Es un cabeza rota que no piensa más a en
divertirse; ;—agregó su compañero.” | q
Pero bueno es estar prevenidos, pues en estos
tiempos toda precaución es poca.
Rivera se decía:
—Se tragaron la píldora: no sirvo para general
en jefe, pero sé engañar al enemigo.
—Lo que por nuestra parte debemos hacer, es
procurar que ese joven no sospeche de nosotros; —
continuó diciendo el coronel.
—Nada más fácil. j
—Nosotros no tenemos prisa: el golpe. no ha de
darse hasta algunos días después de nuestra lle-
gada; por lo tanto, haremos el viaje Juntos; y de .
ese modo le vigilamos. |
—No me parece mala esa idea.
—Ni á mí tampoco que me descubráis vuestros
+ propósitos; —repuso Rivera.
-_—¿Y quién sabe si el viajar juntos podi servir-
nos de algo? Pues si habla con el ministro de las
peripecias del viaje, es lo más probable que le diga
que vino en nuestra compañía.
_ Esto nos pone al abrigo de toda sospecha.