LA CIEGA DEL MANZANARES. 551
lleno de callos, y su dueño, después de lanzar una
terrible blasfemia, descargó un golpe sobre el in-
feliz polizonte que le bañó las mejillas en sangre.
Á esta circunstancia debió el que entonces no le
pegaran un tiro.
Compadecido de él el mismo que le reconociera,
exclamó, dirigiéndose á sus compañeros:
Basta, dejémosle en paz. p
Es un cobarde, y sería lástima que gastásemos
un cartucho en deshacernos de él. |
Mauricio respiró con alguna libertad; aquellas
palabras le devolvían la vida. ! (
—Para escarmiento de guindillas basta con que
le cortemos las orejas.
Así quedará como el asno de Bortaldos sin poder |
escuchar lo que hablen.
- —¡Y poco guapo que encontrará desorejado el
conde de Magaz á su satélite favorito! —añadió A
otro, prosiguiendo: E
¡Venga una navaja!
Veréis qué pronto le hago la operación ás este se
bicho. ee | |
Mauricio se llevó las manos hacia la parte amet
nazada. ?
—Menos mal—se decía, temblando de miedo, o
si se contentan sólo con las orejas.
En aquel momento se os varias detona- a
ciones. |
El que parecía joto de aquel grupo exclamó:
—En marcha.