Full text: Tomo 2 (002)

  
570 - LA CIEGA DEL MANZANARES. 
—No hay que esperarla. 
—¿También nos hace traición? 
—Los oficiales, no. 
—¿Y cómo, si los oficiales no faltan á su palabra, 
no están aquí con su regimiento? —murmuró Con- 
cha con asombro. 
—Los sargentos tienen la culpa. 
A la hora de la cita fueron llegando los oficiales 
al cuartel, mas se encontraron con los sargentos 
que, habiendo tomado el mando de las compañías, 
ordenaron hacer fuego sobre ellos. 
Después de formado el regimiento en el patio 
del cuartel, tun sargento se dirigió al palacio de 
Buena-Vista, á poner en conocimiento del Regente 
cuanto habían hecho. | 
El duque, como primera providencia, aprobó su 
conducta y les hizo tenientes en el acto, para que 
pudieran mandar las compañías, y envió á un jefe 
de su Estado Mayor á que tomase el mando de la 
Guardia Real; aquel jefe no era otro que nuestro 
conocido, el ya comandante Luis Rivera. 
—¡Qué decepción! —murmuró Concha. 
—No es esto todo. 
—¿Aún hay más?—repitió el general con voz ru- 
- giente por la ira que ahogaba su pecho. 
—Ya le habrá á usted dicho Fulgosio lo ocurri- 
- do con los húsares. 
—$S1; pero á esos no hay que pvc están 
desmontados. 
—Estaban, mi ceneral.. 
  
 
	        
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