574 LA CIEGA DEL MANZANARES.
Al ver á Pezuela, conoció León en su semblante
lo que ocurría en Palacio.
—¡Mal debe andar la cosa! —murmuró.
—No va muy buena.
Al venir aquí me he encontrado con que los ba-
tallones de la Milicia Nacional están todos sobre
las armas.
—¿Qué importa eso?— añadió León con des-
precio.
Puestos á pelear, lo mismo da habérselas con uno
que con ciento. ee
¡Á Palacio!
El general León iba de uniforme, y el cruzar con
este traje las calles de Madrid era comprome-
tido. ?
Pezuela también vestía su uniforme de oficial
general.
—La mejor manera de llegar á Palacio, es que yo
me ponga el capote de un soldado, —profirió León.
Así creerán que soy el ordenanza de usted.
—No es mala idea—replicó Pezuela.
Momentos después los dos generales montaron á
caballo.
Pezuela iba delante de León, que le seguía á
respetuosa distancia, desempeñando su papel de
ordenanza.
Mas bajo el tosco capote de húsar con que León
cubría su uniforme, se adivinaba al general, y no
al soldado.
| Distraidamente bos se olvidó de jar la fusta