Full text: Tomo 2 (002)

   
  
  
   
  
  
  
  
    
    
  
  
  
  
    
588 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
—No, señor;—añadió el carbonero, temblando. 
Quiso la desgracia que algunos serones se mo- 
viesen, lo que, visto por el jefe, exclamó, dirigién- 
dose á los suyos: 
—Registrad esa carreta. 
- Quiroga y gana no les dieron tiempo pa- 
ra ello. 
Rápidos como el pensamiento salieron de las 
seras, diciendo: 
meto estamos. 
- El jefe de la fuerza les redujo á prisión, y en 
compañía de los carreteros les condujo á Madrid. 
De poco les había servido permanecer encerra- 
dos en las seras durante catorce horas aspirando 
el polvo del carbón y sufriendo continuas moles- 
tias, si al fin caían en manos de sus persegui- 
dores. | 
El coronel Fulgosio y los tenientes Boria y Gro- 
bernado, una vez que vieron batidas sus tropas, 
emprendieron juntos la fuga; mas como iban de 
- uniforme no osaban acercarse á ninguna casa, y 
andaban en busca de SOnasA y caminos extra- 
ados. 
Rendidos de fatiga, acopio por la ed y el ham- 
bre, hicieron alto en una arboleda, cuando á poco, 
y sin apercibirse de ello, se vieron cercados por 
todas partes. ] | 
_Boria desenvainó su espada dispuesto á morir 
matando antes que entregarse; mas sus compañe- ;e 
  
 
	        
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