Full text: Tomo 2 (002)

CAPITULO LII 
Los afortunados, 
Fortuna y no poca tuvieron los que consiguieron 
librarse de caer en manos del Gobierno. | 
El general Córdoba y el duque de San Carlos 
comprendieron que en ninguna parte estaban más 
seguros que en la boca del lobo, según dice el 
adagio. | 
En lugar de seguir la dirección de los demás su- 
blevados, con paso natural torcieron hacia el mi- 
nisterio de Marina, ocupado por los milicianos na- 
cionales, los cuales se les quedaron mirando. 
Córdoba y San Carlos iban sosteniendo una con- 
versación adecuada, para alejar toda sospecha. - 
Al llegar al centro de la plaza del Senado fue- 
ron detenidos por el ¿quién vive? de un centinela. de 
—Oficiales; —repuso Córdoba continuando la 
marcha. 
«Los milicianos les dejaron pasar. 
 
	        
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