Full text: Tomo 2 (002)

  
  
  
  
LA CIEGA DEL MANZANARES. 617 
Menos mal que iba á la iglesia, y, según su 
creencia, Dios la perdonaría todo aquello á cam- 
bio de rezar un par de rosarios, 
La moda, que todo lo invade, elige sus iglesias, 
y á ellas debe acudir la gente de buen tono, como 
si las oraciones rezadas en un templo tuviesen ma- 
yor virtud que en otro. 
Cierto es que á las iglesias de moda no se va á 
rezar, y sí á exbibirse, viendo de paso qué clase de 
traje lleva fulana ó mengana, y entre padremnes- 
tros y avemarías quitar al prójimo el pellejo. 
En aquella época se madrugaba más que hoy; 
y serían próximamente las diez y media cuando el 
coche de Greorgina se detuvo delante de la iglesia 
de San José. 
Un lacayo con sujosa librea, dnieidiendo del 
pescante, fué á abrir la portezuela del carruaje. 
Georgina se apeó con esa majestad propia de la 
mujer acostumbrada á que por su belleza la rindan 
culto. : 
Un grupo de curiosos, compuesto en su mayor 
parte de jovenzuelos aristócratas, tan ricos de for- 
tuna como pobres de inteligencia, fijó en ella sus 
codiciosas miradas. 
Georgina, sin hacerles caso, penetró en la 
iglesia. | 
La princesa vestía un. sencillo traje NEgTO, que 
daba mayor realce á su hermosura. 
TOMO IL | ae. 78 
  
  
  
 
	        
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