Full text: Tomo 2 (002)

   
   
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
      
      
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
    
      
     
    
652 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
Allí la carretera se divide, partiendo un ramal | 
para Palencia y otro para Burgos. 2H 
En aquel tiempo, los habitantes de San Isidro se ¡' 
dedicaban á expender á los arrieros cuanto nece- 
sitasen. 
Al llegar al pueblo las presas se encontraron sor- 
prendidas con la presencia de un pelotón de solda- 
dos que las esperaba, con orden de conducir á | 
Palencia á la mayoría de ellas. Las pocas que que- $ 
daron bajo la custodia de los escopeteros, entre 
ellas Dolores, continuaron la marcha, que tendría 
por término aquel día la antigua é histórica villa 
de Torquemada. 
  
  
Envuelta entre el polvo del camino deslizábase 
á lo largo de la carretera la silla de posta que con- 
ducía á David. 
En su semblante se retrataban las huellas de una 
noche de insomnio y de contrariedades. 
Indudablemente en su cerebro se verificó alguna 
revolución de ideas que hacen muchas veces que el 
hombre cambie de conducta. Completamente abs- 
traído en sus reflexiones, parecía una estatua me- 
dio tendida sobre el asiento. ' : 
Qprimiéndose la frente con las manos, murmuró 
con desesperación: 
—i¡Imposible! En vano es que me diga: una y 
mil veces que me opondré con energía á los capri- 
chos de Georgina. Cuando me los expone, me faltan 
fuerzas y valor para negarme á obedecerla.- 
  
  
 
	        
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