Full text: Tomo 2 (002)

   
   
670 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
—Puede usted hablar; pero le advierto que en 
me engañe. 
—Diré la verdad lisa y llana. 
Es el caso, que hace algunos días alcancé á la 
conducción, y supe con asombro que venía en ella 
una joven llamada Isabel, á la que conocí en Ma- 
drid hace algunos meses. 
Debo advertir á ustedes, que estoy enamorado 
de ella desde la primera vez que la ví. 
Es morena, con unos ojos negros hermosísimos, 
de formas esbeltas; en una palabra, ¡una mujer di- 
vina! —exclamó David con esa pasión con que ha- 
blan los amantes del ser á quien quieren. 
Luego agregó: 
—Soy de un carácter impresionable por natura- 
leza. He visto.mil mujeres que me han producido 
grata emoción; pero ninguna tan duradera como 
la de Isabel. 
Así es que, al tornar á verla, se despertó en mí 
un deseo tal de salvarla, que la verdad, por con- 
seguirlo hubiese expuestoshasta mi vida, 
El alcaide le interrumpió, mirándole maliciosa- 
  
mente. 
—Algo más que salvarla se propondría usted. 
Usted pensó que si lograba sacarla de la cárcel, 
esa joven no tendría más remedio que acceder á 
  
sus deseos. 
Aunque rústico, conozco el mundo y sé que 
ciertos sacriúcios no se hacen desinteresadamente. 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
    
    
     
estos lances soy perro viejo, y no permito que se ' 
 
	        
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