Full text: Tomo 2 (002)

  
  
LA: CIEGA DEL MANZANARES, 693 
des... instintivamente... por el placer de no per- 
derla de vista... y hoy no!... 
—Es que la fatalidad me persigue desde mi en- 
trada en Madrid... ¡quién sabe!... acaso su madre 
tenga razón, y yo me haya engañado... mi deseo 
no duerme nunca... 
Adela tuvo que guardar cama: por espacio de 
cuatro días. | 
La era imposible tenerse en pie, y mucho menos 
salir á la calle. 
Ya sabemos que aquella ruín mujer, en cuyas 
garras la depositó la fatalidad, la llevaba mal ves- 
tida, casi desnuda, para excitar con más eficacia 
la compasión de los transeuntes. ' 
Aquel invierno fué riguroso en extremo, y las 
mañanas crueles que pasaba Adela en los pórticos 
de las iglesias la proporcionaron una fluxión de 
pecho, con una tos que parecía que iban á desga: 
rrársela los pulmones. 
No había que pensar en que saliera ¿la calle, 
- ni mucho menos en que cantara, | 
La 'Tuerta la cuidaba á su modo, haciéndola 
beber sendas tazas de flor de malva cargadas de 
aguardiente, para que sudase. ás 
Ponía en aliviarla el empeño quese pone en en- 
gordar un pavo para comérsele después. 
Era un buen filón, y necesitaba conservarle. 
Pero aquel interés en que adelantara su cura- 
ción, iba acor mpañado de quejas:y reproches; 
  
  
 
	        
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