LA CIEGA DEL MANZANARES. 7113
Él mismo vivía allí comprometido.
El día menos pensado la policía daba con todos
en la cárcel, porque estaba señalada 4 su vigilan-
cia, á causa de las personas de malos antecedentes
que la frecuentaban.
Efectivamente, poner á la joven en manos de la
autoridad, era un buen medio para acercarla á su
hermana, que tal vez la habría reclamado ya.
No podía dudar de su palabra sobre no delatar
á la Tuerta ni á León, ocultando que había estado
en su casa:aquellos cuatro meses.
Sobre todo, aquel era un verdadero servicio que
no podía reemplazar con otro
Negarse á complacerla, equivalía 4 entregarla.
al libidinoso apetito de su hermano, cuyos bruta- :
les instintos estaban ya despiertos. |
En adelante, él, que lo sabía, era el ins
de cualquier peligro que corriese la joven en aquel
infame tugurio. |
Hechas estas reflexiones con LAS: se apresu-
ró á contestar:
—Pues bien, Adela, E á la disposición de
usted.
—¿No cree exageradas mis quejas?
—Ni por asomo: haré lo que usted me ordene en
ese sentido... ¡con harto sentimiento mío!
—¿Sentimiento? ¡Yo creí que usted se alegraría!
—¡Como no volveremos á verós! A
—¿Cómo no? |
—Una vez que esté en poder de su familia:..
TOMO MH. A Pues