Full text: Tomo 2 (002)

  
  
  
  
  
  
    
LA CIEGA DEL MANZANARES. 7135 
estropeado ya un par de zapatos desde que empezó 
su peregrinación por la Corte. 
Todo lo daba por bien empleado si conseguía su 
objeto; ¿qué importaba un poco de becerro y un 
trozo más de suela? 
En estas diligencias llegó el día tan fatal de que 
hemos dado cuenta en el capítulo anterior. 
A la sazón recorría doña Gumersinda la calle de 
los Estudios, Rastro y Embajadores, con tan minu- 
cioso cuidado como si del encuentro de la ciega 
dependiera toda su fortuna. 
En aquella peregrinación voluntaria hacíase 
acompañar de uno de sus tres perros favoritos, de 
los que formaban asiduamente su corte: Palomo, 
que era el famoso perro de aguas, con quien la ba- 
queta del fusil del portero y las uñas del gato de 
la portera habían entablado lamentables relacio- 
nes; Pichichi, podenco de buena raza, y Regente 
especie de dogo, cruzado con una perra entre gal- 
Sa y mastina. | ; 
Los dos primeros iban siempre libres, sin otra 
sujeción que la voluntad de su dueña; acaso se 
habían granjeado aquella franquicia por su natu- e 
ral pacífico y buena conducta. 
El último, á quien aquel día tocaba de tanda, 
caminaba, como le hemos visto otras veces, sujeto 
con un cordón de seda, atado á la argolla de un 
collar de suela con su correspondiente hebilla. 
Era el más joven de los tres, y por consecuencia 
el más inquieto, el de sangre más caliente, cuyo 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
   
    
	        
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