Full text: Tomo 2 (002)

    
  
  
     
  
  
  
  
   
   
136 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
natural levantisco no había podido dominar aún su 
dueña. 
Indudablemente para templar sus instintos nece- 
sitaba el correctivo de una vara de fresno, Ó las 
uñas de un gato que no tuviese costumbre de cor- 
társelas. ) 
Interrumpía su marcha diez veces por minuto 
para levantar una de sus patas traseras, la derecha 
ó la izquierda, al pasar por delante de alguna es- 
quina ó de la portada de una tienda. 
Los perros son muy aficionados á esta clase de 
gimnasia, que parece en ellos una especie de mo. 
nomanía, con la cual logran desesperar, si van 
atados, al que lleva un extremo del cordón ó ca- 
dena. | y | 
Además, como animales sociables hasta la exa- 
geración, no pueden pasar junto á otro sin salu- 
darle con el hocico, aun cuando no le hayan visto 
en toda su vida, > 
Estos saludos suelen complicarse á veces con 
una dentellada, según su mayor ó menor grado de 
cultura, lo cual da origen á frecuentes disgustos 
- entre sus dueños. 
    
    
   
Y si interviene un muchacho desocupado, la 
bronca es segura. | 
Doña Gumersinda era mujer de mucha longani- 
midad; sin ecards aquel perro la sacaba de sus 
| aa | 
La desesperaba en ocasiones. 
Y siempre estaba jurando dejársele en su casa; 
  
     
  
  
  
	        
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