7150 LA CIEGA DEL MANZANARES,
se alejó hacia casa de su maestro, cantando á voz
en cuello el Himno de Riego.
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Engolfada en su deseo de salvar al dogo, y fijas
sus miradas en el tragaluz por donde aquél des-
apareció, doña Grumersinda no pudo darse cuenta
de lo que pasaba en su derredor.
Pero como su ansiedad carecía ya de objeto,
trató de retirarse. |
Entonces volvió la cabeza, viendo aterrada que
estaba metida en un compacto arco de círculo for-
mado por cuerpos humanos, cuya cuerda era la
tapia de la casa del salchichero.
Todas las miradas se dirigían hacia élla: las me-
nos, compasivas; las más, furiosas.
—¿Pero qué pasa, Dios mío? ¿Qué es esto?—ex-
clamó.
La respuesta más tranquilizadora fué esta:
-——¡Bruja!... ¡A la horca!
——¿Quién?
—¡Usted!...
- —¿Qué dicen estos energúmenos?
—¡Es inocente!... ¡Ella es la que ha descubierto
la conspiración! |
—¡La que ha ahorcado á su nieto!
—¡Sería el jefe de los conjurados!... Es una bue-
na patriota. |
Como es natural, la pobre mujer no entendía ni
una palabra de aquella bataholas