Full text: Tomo 2 (002)

    
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
    
766 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
—¡Conque todo se ha perdido!... ¡Es claro! 
¡Cuando el Regente tuvo que esconderse en una 
cueva!... 
—Creo que era de una salchichería... 
— La primera que le deparó el destino. 
—i¡No salgas, Roque!... 
—¿Ha triunfado el partido clerical? 
—¡Los pobrecitos milicianos vais á ser pasados 
á cuchillo! 
— ¡Qué horror! 
El portero empezó á desnudarse tan procesos 
mente como se había vestido. 
-— Entre tanto, decía temblando á su mujer: 
—Mira, esta noche esconderemos el fusil arriba 
entre las tejas. 
—Mejor es dejarle ahí en la bolisacta del Esco- 
rial... pudieran registrar. 
-—En cuanto al uniforme, le echaremos al pozo... 
—¡Qué lástima!... Habíamos gastado en él quin- 
ce duros... ) 
¡Otros quince daría yo por no haber sido mi- 
liciano! 
—8e quitan las e CrIOOba y se lleva al tinte; 
así podrán sacarse de él una chaqueta. 
—;¡Pero si registran!... 
- —¡En esto paran siempre estas bromas!: ... El po- 
- bre es el que pierde. | j € 
- Doña Gumersinda, monologando como si catas 
viera sola, proseguía: 
- —Es verdad E era y sucio... tenía hecha. 
  
  
  
  
 
	        
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