768 LA CIEGA DEL MANZANARES.
posición? ¿Qué falta hacen en el mundo los gatos
dominicos?
Haciendo estas reflexiones, llegó al descansillo
del piso segundo.
Desde la escalera se oían exclamaciones de ale-
ería, gritos ahogados de júbilo.
Era natural.
Hacía unas dos horas que habían llegado las dos
hermanas, Isabel y Adela, juntas ya para no Sepa-
rarse jamás, después de cuatro meses de angustias
y zOzObras. |
Doña Gumersinda se detuvo, y escuchó con gran
interés.
—¿Pero qué pasa ahí?—se preguntó. —Parece
que están alegres... ¡cómo se conoce que no han
perdido ningún dogo!
- —¡Hermana mía! —exclamaba Isabel.—Ya no
nos separaremos jamás... dice el doctor Lacasa
que se compromete á devolverte la vista... ¡Oh!... S
qué dicha cuando llegue ese día! |
Estas palabras hicieron que la anciana llamase
apresuradamente.
—¡Habrá parecido la ciega!-—decia.
Bien pronto salió de dudas. e
Doña Andrea la condujo á la sala donde estaban
las dos jóvenes abrazándose. TS OY
—Venga usted, —la dijo la viuda, —venga á
participar de nuestra felicidad.
—¿Pues qué pasa?
- Dios nos devuelve á nuestra querida Adela,