Full text: Tomo 2 (002)

  
   
  
  
  
  
  
  
  
  
  
   
    
  
  
  
  
   
  
800 LA CIEGA DEL MANZANARES, 
y se estableció en aquel sitio con unos cuartos que 
aportó su mujer al casamiento. | 
Fray Melitón, acordándose de que antes, por 
_Inotivos particulares, le apellidaba el merodeador, 
guiñó el ojo izquierdo, diciendo para su sotana: 
Siete turco, é non vi credo. 
Pero no era cosa de disputar porque Rana se hu- 
biese establecido con recursos propios ó ajenos. 
Lo principal era que prosperase. 
Desde aquel día el robusto pater se afeitaba en 
casa de Cesáreo tres veces por semana, y cuando 
llegaba la ocasión se cortaba el pelo y los callos. 
Echaban á solas largos párrafos, diciendo pestes 
de los liberales, y hablando de sus gloriosas cam- 
pañas, y aun algunas tardes de los días festivos 
iban juntos á paseo, y á la vuelta tomaban una jí- 
cara de soconusco y un vaso de leche en el café 
de Pombo. | 
Los carlistas de la primera guerra civil eran 
muy aficionados al chocolate. 
El triunfo de la causa que defendían hubiera ho: 
cho prosperar la elaboración. 
Todo marchaba á las mil maravillas entre aque- 
llos dos carcundas, hasta que fray Melitón supo un 
día, por un parroquiano de la casa, que Cesáreo 
Rana afeitaba á muchos liberales. 
Esto le disgustó, como era natural; porque los 
la liberales debían tener barberos de sus ideas, y si 
nO, que se dejasen la barba. 
  
  
  
   
 
	        
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