Full text: Tomo 2 (002)

  
  
  
  
  
84 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
Cuando Emilia vió que su esposo mandaba carta 
á Juana, aparte de la que ella recibía, decidió 
leerla. 
-—El medio no es digno—se dijo; —pero bueno 
es, si me proporciona la tranquilidad que tanto ne- 
cesito. 
Iba á proceder á su lectura cuando oyó que su 
hermana la llamaba, y acudió á su llamamiento. 
—¿Quieres algo?—la preguntó. 
—No. ¿Ha habido carta para mí? 
—No. ¿Acaso la esperabas? 
—Sl. 
—¿De algún amigo? 
—SÍ; pero déjame, estoy mal y desearía dormir. 
- —A dejarte voy. He tenido carta de Antonio; 
¿quieres que te la lea? Acaso diga algo de tí. 
—No, no meleas nada. Me duele mucho la ca- 
beza. 
—Entonces, adiós. Volveré más tarde, á ver si 
necesitas algo. 
—¿Por qué no me habrá escrito? —pensó Juana. 
—Después de todo es un bien, porque algo podía 
extrañar 3 Emilia que me escribiera. 
Mientras tanto la esposa de Antonio se encerra- 
ba en su habitación, exclamando: 
—:¡Si esta carta me diera á conocer al padre de 
Angela!.. 
Con mano trémula rompió el sobre, y con an- 
siedad febril leyó las cuatro caras escritas del plie- 
go que encerraba. 
  
  
 
	        
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