Full text: Tomo 2 (002)

     
   
  
LA CIEGA DEL MANZANARES. 847 
   
        
    
    
       
  
  
   
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
    
      
     
Una vez en ella, penetró en el gabinete de su 
señor con el semblante compungido y no atre- 
viéndose á alzar la vista del suelo. 
Rivera le esperaba con esa impaciencia que siem- 
pre devora el corazón de los enamorados cuando 
aguardan noticias del ser querido. 
Dirigiéndole una investigadora mirada, le pre- 
guntó: 
—¿Has visto á Isabel? 
¿Qué te ha dicho? 
! —Señor, no la he visto. ) 
y ; —¡Continúa enferma! —agresó Rivera con an- 
gustia. 
—Desgraciadamente, no señor. 
—¡Habla! ¡Pronto, díme lo que ocurre! —excla- 
- mó don Luis con acento imperativo. 
- Mauricio vaciló, temiendo que en un arranque 
de furor de su amo pagase él las culpas ajenas. 
Pero comprendiendo que con su silencio sólo 
conseguiría oi balbuceó con entonación 
compungida: 
—La señorita Isabel no está en la cárcel; a sa- 
lido conducida para la Coruña, de orden del señor. 
ministro de la Gobernación. 
Es imposible describir el efecto que esta noticia 
- "produjo á Rivera. | 0 
El furor y la desesperación se reflejaron en su 
semblante, y acariciando la empuñadura de su es- 
_pada, exclamó con iracundo acento: | 
--¡Pronto, que me ensillen un caballo! 
 
	        
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