LA CIEGA DEL MANZANARES. 857
del periódico en que sé relataba el suceso da casa
de la Tuerta.
— ¡Esto es terrible! —exclamó Isabel, dejando el
periódico sobre un velador que había en el centro
del gabinete en que se hallaban. ES |
Dos hermanos que se matan, que luchan á
brazo partido, y que... ¡Ah!... eso no se concibe.
—i¡ Y todo por nosotras! ¡Pobre Casimiro! ¡Qué
bueno y qué desgraciado ell Pero no... digo era,
¿y quién sabe si aún vive? El periódico dice que
uno de los hermanos ha muerto, pero que el otro,
aunque se espera un desenlace funesto, aún vive.
Ese que vive debe ser Casimiro; es preciso averi-
guarlo. ¡Pobre amigo mío; si ha muerto, le lloraré
como á un hermano! |
- —¿Qué dices, Adela?-—preguntó, no sin cierto
asombro doña Andrea.
—Que le lloraré como á un hermano, si es que
ha muerto, que Dios no lo quiera. ¿Qué otra cosa
puedo hacer? Con mis lágrimas, con mi sentimien-
to, le pagaré los beneficios que me ha hecho, los
golpes que me ha evitado. |
Con mis lágrimas, en fin, le pagaré la libertad
que me ha dado; porque ¿no es verdad, Isabel,
que si no es por él, las dos seríamos las prisione-
Tas de aquel... hombre, á quien Dios haya perdo-
Dado? Sí, doña Andrea, Casimiro es bueno; Casi-
Miro, hijo de un criminal que pagó sus culpas en
- €l cadalso, tiene un alma superior y un corazón
propicio á todo sentimiento caritativo; Ano
: TOMO 1L, 108 :